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Por que es importante la religion: La vida entrelazada de la familia y la fe

Este ensayo acerca de la familia y la fe, es el tercero de una serie de cinco partes acerca del valor de la religión.

A causa de todo su progreso y posibilidades, nuestro mundo moderno tiene dificultades para ver más allá de sí mismo. Cada época tiene que luchar con sus puntos ciegos. En la antigua Roma, por ejemplo, se estimaba que el período de influencia de una persona era de cien años. Dentro de ese horizonte, las personas podían recordar dos generaciones anteriores y preocuparse por dos generaciones futuras. Entonces, al seguir con la costumbre, esa influencia se detenía y un nuevo siglo, con nuevas personas y nuevas preocupaciones, empezaría desde cero;[2]pero las sociedades perdurables necesitan una visión más amplia.

Las demandas del presente son fuertes, pero también las son las del pasado y del futuro. La familia y la fe, las dos grandes conexiones más allá del presente, se extienden más de los cien años en ambas direcciones y expanden el propósito y el significado de nuestra vida.

Ninguno de nosotros nace siendo un simple individuo. Venimos a este mundo con un red de lazos pre-existentes, vínculos y obligaciones. Estas relaciones familiares moldean nuestra visión del mundo, infunden valores y forman nuestras identidades; y las familias de diferentes clase progresan cuando se unen a una comunidad de creyentes. Los beneficios van en ambos sentidos, las iglesias fortalecen a las familias y las familias fortalecen a las iglesias. Al trabajar juntas, la familia y la fe fortalecen las normas sobre el bien y el mal, nos enseñan como amar a nuestro prójimo y proporcionan una base de soporte donde los hijos y los padres enfrentan los desafíos de la vida. En otras palabras, la familia y la fe evitan que estemos solos; agrandan nuestros círculos de responsabilidad más allá de la persona y nos ayudan a convertir a las personas extrañas en amigas. Las familias entonces pasan este capital espiritual y social  de generación en generación.

Al compilar una extensa investigación de ciencias sociales, la autora Mary Eberstadt muestra que tan cerca estas fuerzas están entrelazadas. “La familia y la fe son la invisible hélice doble de la sociedad; dos espirales que cuando están unidas la una con la otra pueden funcionar efectivamente, pero cuya fortaleza e ímpetu dependen de las dos”, escribe ella.[3]

Esta asociación se puede ver en las iglesias los domingos por la tarde. Eberstadt señala el acuerdo sociológico general de que la participación en los rituales familiares de “contraer matrimonio y tener hijos están ligados a altos niveles de asistencia a la iglesia y otros tipos de prácticas religiosas”.[4]Otro factor es el efecto que tienen los hijos en las vidas religiosas de los padres. El sociólogo W. Bradford Wilcox lo expone de manera simple: “Los niños motivan a los padres a ir a la iglesia”.[5]Es una historia común, los hijos crecen en alguna iglesia, dejan el hogar para ir a la universidad y se desvían de la fe, para regresar a ella cuando contraen matrimonio y tienen hijos. ¿Qué explica este fenómeno? Las decisiones que tomamos con respecto a nuestras creencias más profundas y las relaciones más cercanas nunca son simples. Sin embargo, Wilcox añade una observación importante: “La llegada de un hijo puede despertar reservas de amor que no habían sido utilizadas, el reconocimiento de lo trascendental y una preocupación por lo bueno en la vida”.[6]Estas cosas importan, ya que la familia y la religión se encuentran entre las instituciones humanas más básicas. Al estar juntas, unen a la sociedad; al estar separadas, la sociedad se debilita.

Las sagradas relaciones entre familiares e iglesia, iglesia y familiares, nos atan al pasado, presente y futuro. Tal continuidad nos ayuda a situarnos a nosotros mismos en este gran universo. Averiguamos quiénes somos. El poeta Wendell Berry da expresión a estas aspiraciones: “El matrimonio entre dos personas que se aman los une uno al otro, a los antepasados, a los descendientes, a la comunidad, a los cielos y a la tierra. Es la conexión fundamental, sin ella nada se sostiene”.[7]

La fortuna de la familia y de la fe continuará con altibajos, como ha sucedido en diferentes periodos a través de la historia, pero la experiencia muestra que lo harán tomadas de la mano. Mientras una se levante o caiga, de la misma manera sucederá con la otra. El curso de la historia no está predeterminado, se eligen. Y esas elecciones tienen largas trayectorias, mucho más largas que lo que puedan contener cien años.


[1] W. Bradford Wilcox, “As the Family Goes,” First Things, mayo de 2007.

[2] Véase Remi Brague, “The Impossibility of Secular Society,” First Things, octubre de 2013.

[3] Mary Eberstadt, How the West Really Lost God, 2013, pág. 22.

[4] Eberstadt, How the West Really Lost God, pág. 93.

[5] Wilcox, “As the Family Goes.”

[6] Wilcox, “As the Family Goes.”

[7] Wendell Berry, Sex, Economy, Freedom, and Community, 1992.

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