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El concepto Santo de los Últimos Días del matrimonio

El matrimonio es y debe ser un sacramento. La palabra sacramento se define de varias maneras, pero entre las personas cristianas significa una ceremonia o un acto religioso solemnizado por alguien que posee la debida autoridad. Es una promesa, un convenio solemne, un símbolo o unión espiritual entre las partes contrayentes, y entre ellas y Dios


El matrimonio cumple con los propósitos de Dios

Es obvio que Dios dispuso que el hombre y la mujer llegaran a ser uno. Al oficiar personalmente en este primer casamiento, Él santificó la institución del matrimonio. Es un estado normal, saludable y deseable, y fue instituido para cumplir con los propósitos de Dios sobre la tierra.

Es el elemento central de la entidad familiar. Es más que una institución humana que se regula únicamente mediante la costumbre y la ley civil; es más que un contrato bajo la sanción de la ley moral. Es, o debe ser, un sacramento religioso mediante el cual el hombre y la mujer se comprometen solemnemente a colaborar con Dios en su propósito declarado de poner la vida terrenal y la mortalidad a disposición de Sus hijos espirituales, y de llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna de ellos.


El matrimonio en el templo trae la verdadera felicidad

Los Santos de los Últimos Días creen que a fin de obtener lo mejor de la vida y la máxima felicidad en este mundo y en el venidero, los hombres y las mujeres deben casarse en el templo por el tiempo de esta vida y por la eternidad. Sin las ordenanzas selladoras del matrimonio en el templo, el hombre no puede lograr un estado divino ni recibir la plenitud de gozo.

Para un Santo de los Últimos Días, sólo hay una clase de matrimonio que es totalmente aceptable: el matrimonio en el templo o matrimonio celestial, el cual se lleva a cabo únicamente en los templos de la Iglesia. Los templos se edifican y se dedican en santidad al Señor para proporcionar un lugar donde se puedan efectuar ceremonias y ordenanzas espirituales y eternas.
 


Las necesidades se satisfacen por completo

El hombre tiene ciertas necesidades básicas —morales, sociales, biológicas y espirituales— y éstas sólo se pueden satisfacer por completo en la institución del matrimonio eterno ordenada por Dios.

Para vivir una vida abundante aquí y tener después la vida eterna, el hombre debe amar y ser amado, prestar servicio y sacrificarse, tener responsabilidades y ejercer los poderes creativos que Dios le dio.


La naturaleza eterna del matrimonio

Cuando el Señor Jesús designó el amor a Dios y el amor a los semejantes como los dos grandes mandamientos, glorificó el amor. De hecho, se nos dice que Dios es amor; por consiguiente, como Dios es eterno, el amor debe ser eterno, y se ha dispuesto que sus frutos y bendiciones continúen a través de las eternidades venideras. Pero para disfrutar los privilegios y beneficios del amor eterno en relación con esposos y esposas, padres e hijos, la ordenanza que autoriza y santifica la más hermosa de todas las relaciones no es aceptable si está limitada “hasta que la muerte los separe”. Para que las relaciones familiares y los vínculos conyugales sean eternos, el contrato del matrimonio debe estipular, con la debida autoridad, que es “por el tiempo de esta vida y por toda la eternidad”.


Progresar como compañeros eternos

El concepto Santo de los Últimos Días del progreso eterno incluye el desarrollo eterno, el aumento eterno de conocimiento, de poder, de inteligencia, de conciencia y de todas las características y habilidades que constituyen el ser un dios. Pero en el plan de Dios, el hombre no puede obtener esa condición de perfección continua en un estado inacabado o de soltería. Debe haber progreso y expansión del hombre completo; en otras palabras, el hombre que ha encontrado su otra mitad y se ha unido a ella.

Este concepto del matrimonio, con su perspectiva divina, da nuevo significado y mayor importancia, dignidad y gloria a la idea del matrimonio. Con este concepto, la persona sensata tendrá más cuidado y será más selectiva al escoger a su compañera o compañero eterno. Indudablemente, antes de establecer ese contrato sempiterno, tanto el hombre como la mujer deben ser humildes y prudentes, y buscar la guía divina por medio de la oración.


Un acto de fe

Ese tipo de matrimonio es esencialmente un acto de fe solemnizado en la presencia de un compañero divino. Se requieren fe y valor para llevarlo a término y perseverar hasta el fin a pesar de las dificultades, pruebas, desilusiones y pérdida de seres queridos que tengan que enfrentarse.

Los Santos de los Últimos Días creen que Dios es el tercer integrante de esta relación [matrimonial] y que el traer hijos al mundo dentro de la institución divinamente autorizada del matrimonio es parte de Su plan.
 

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