Comunicado de Prensa

Lo mejor, todavía está por venir...feliz año nuevo.

El comienzo de un nuevo año es la época tradicional para hacer un inventario de nuestra vida y ver hacia dónde nos dirigimos comparándolo con el antecedente de dónde hemos estado hasta ese momento. Al principio de cada año muchos hacen resoluciones de Año Nuevo, pero la vida requiere que tomemos decisiones en cualquier período de transición y cambio que ocurra en nuestra vida, y esos momentos nos sobrevienen casi todos los días. 

Al comenzar un nuevo año y tratar de beneficiarnos con una visión apropiada de lo que quedó atrás, no debemos de insistir en el recuerdo de los días que no volverán ni en un vano anhelo del ayer, por muy bueno que ese ayer haya sido. El pasado es para aprender de él pero no para vivir en él. Miramos atrás con el deseo de reclamar las brasas de las experiencias radiantes pero no las cenizas. Y una vez que hayamos aprendido lo que tengamos que aprender y que guardemos con nosotros lo mejor de lo que hayamos experimentado, entonces miremos adelante y recordemos que la fe siempre señala hacia el futuro. 

Dentro de nosotros hay una particularidad que nos impide perdonar y olvidar errores pasados, ya sean nuestros o de otras personas. Eso no es bueno. El permanecer sujetos a errores de antaño es la peor manera de seguir sumergidos en el pasado, de lo cual se nos manda detenernos y desistir.

Al comienzo de este nuevo año, tal vez no se nos requiera nada más grande que lo que el Señor mismo dijo que hace: “…quien se ha arrepentido de sus pecados es perdonado; y yo, el Señor, no los recuerdo más” (Doctrina y Convenios 58:42).

Por supuesto, la condición es que el cambio sea sincero, pero cuando lo es y cuando se está haciendo un verdadero esfuerzo por progresar, somos culpables de un pecado mayor si seguimos recordando y reprochando a alguien sus errores pasados, ¡y ese alguien puede ser nosotros mismos! A veces las personas son demasiado duras consigo mismas, con frecuencia ¡mucho peor que con los demás!

Pueden recordar lo suficiente para no repetir el error, pero luego echen afuera todo lo demás. Desechen lo destructivo y sigan desechándolo hasta que les haya sido revelado su futuro resplandeciente así como el de su familia, sus amigos y sus vecinos. A Dios no le importa dónde hayan estado tanto como dónde están ahora y, con Su ayuda, a dónde están dispuestos a llegar.

Algunos podrán pensar: ¿Hay un futuro para mí? Un año o un semestre nuevo, una nueva materia o un romance nuevo, un nuevo trabajo o un nuevo hogar, ¿qué me reservan? ¿Tendré protección? ¿Será segura mi vida? ¿Puedo confiar en el Señor y en el futuro? ¿O sería mejor mirar atrás, volver atrás y vivir en el pasado?

A los de toda generación que se hagan esas preguntas mantengan los ojos puestos en sus sueños, por muy distantes y fuera de su alcance que parezca. Vivan para ver los milagros del cambio y del perdón, de la confianza y del amor divino que transformarán su vida hoy, mañana y para siempre. Esa es la resolución de Año Nuevo que nos traerá paz, confianza y mejores relaciones con los demás. 

(Tomado de un discurso pronunciado por el Élder Jeffrey R. Holland del Quórum de los Doce Apóstoles, de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, en la Universidad Brigham Young el 13 de enero de 2009. Si se desea ver el texto completo en español haz clic aquí)

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