Comunicado de Prensa

Respeto por la mujer, no a la violencia

Se eligió el 25 de noviembre para conmemorar el violento asesinato de las hermanas Mirabal (Patria, Minerva y Maria Teresa), tres activistas políticas asesinadas el 25 de noviembre de 1960 en la República Dominicana. Desde entonces se ha celebrado esta fecha para promover la no violencia hacia las mujeres.

Desde la organización de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en 1830 el respeto por los demás, incluso por las mujeres, ha sido parte de  las enseñanzas y doctrina de la Iglesia.  Joseph F. Smith, sexto presidente de la Iglesia, (1838-1918), explicó: “Yo no alcanzo a comprender cómo un hombre puede maltratar a una mujer, ni mucho menos a la mujer de su seno y a la madre de sus hijos; mas se me ha dicho que hay quienes son absolutamente brutales, pero ésos no merecen ser llamados hombres.“  

Gordon B. Hinckley, (1910-2008), presidente decimoquinto de la Iglesia, en una conferencia general  de la Iglesia, en octubre 2004, advirtió, “Hay algunos hombres que, en un espíritu de arrogancia, se creen superiores a la mujer. Parecen no darse cuenta de que ellos no existirían de no ser por la madre de la cual nacieron. Cuando ellos tratan de imponer su superioridad, rebajan a la mujer. Se ha dicho que “El hombre no puede degradar a la mujer sin caer él mismo en la degradación, y no puede elevarla a ella sin al mismo tiempo elevarse él” (Alexander Walter, en Elbert Hubbard´s Scrap Book, pág. 204).

“Cuán cierta es esa declaración. Vemos los frutos amargos de esa degradación a todo nuestro alrededor. El divorcio es uno de los resultados, es un mal social que nadie parece poder detener, es la consecuencia de la pérdida del respeto por el cónyuge. Se manifiesta a sí mismo en el desinterés, en la crítica, en el maltrato y en el abandono, y lamentablemente en la Iglesia no somos inmunes a ese mal.”

El presidente Hinckley, en una entrevista con Mike Wallace, del programa 60 Minutes de CBS, Estados Unidos, dijo, hablando de la importancia de proteger a las mujeres: “Me preocupan profundamente las víctimas de esto. Siento una profunda compasión por ellas. Deseo que hagamos todo lo que podamos por aliviar el dolor, por detener este mal antes de que suceda… No sé de ninguna otra organización de este mundo que haya tomado medidas más exhaustivas, que haya procurado con mayor ahínco, que haya hecho más por abordar y solucionar este problema, que se haya esforzado más por resolverlo, por hacer algo para producir un cambio. Reconocemos la espantosa índole de ello y deseamos ayudar a nuestra gente, llegar a ellos y prestarles asistencia”.

En la conferencia general de abril de 2002, en una sesión para los hombres de la Iglesia, el entonces presidente Hinckley dijo lo siguiente sobre el tema del abuso de las mujeres por parte de hombres:

“En el compañerismo del matrimonio no hay inferioridad ni superioridad; la mujer no camina delante del marido, ni el marido camina delante de la esposa; ambos caminan lado a lado, como un hijo y una hija de Dios en una jornada eterna.

“Ella no es su sirviente, su propiedad, ni nada por el estilo.

“Qué fenómeno tan trágico y absolutamente repugnante es el abuso de la esposa. Cualquier hombre de esta Iglesia que abuse de su esposa, la degrade, la insulte, que ejerza injusto dominio sobre ella, es indigno de poseer el sacerdocio. A pesar de que haya sido ordenado, los cielos se retirarán, el Espíritu del Señor será ofendido y se acabará la autoridad del sacerdocio de ese hombre…

 “Lamento decir que veo demasiado de este horrible fenómeno; hay hombres que asaltan a su esposa, tanto verbal como físicamente. ¡Qué tragedia tan grande cuando un hombre degrada a la madre de sus hijos!

“Es cierto que hay algunas mujeres que abusan de sus maridos, pero esta noche no les estoy hablando a ellas; me dirijo a los hombres de esta Iglesia, hombres sobre quienes el Todopoderoso ha conferido Su santo sacerdocio.

“Mis hermanos, si entre los que me están escuchando hay aquellos que sean culpables de ese tipo de conducta, les pido que se arrepientan. Pónganse de rodillas y pidan al Señor que les perdone; suplíquenle que les dé el poder para controlar su lengua y su mano pesada; pidan el perdón de su esposa y de sus hijos. David O. McKay, noveno presidente de la Iglesia, solía decir. “Ningún otro éxito puede compensar el fracaso en el hogar” (citando a J. E. McCulloch,Home: The Savior of Civilization, pág. 42; en Conference Report, abril de 1935, pág. 116). Harold B. Lee, décimoprimer presidente de la Iglesia,  dijo: “Lo más importante de la obra del Señor que ustedes y yo hagamos jamás será dentro de las paredes de nuestro propio hogar” (Harold B. Lee, Doing the Right Things for the Right Reasons, Brigham Young University Speeches of the Year, 1961, pág. 5).

“Tengo la plena confianza de que cuando estemos ante el tribunal de Dios no se dirá mucho sobre cuánta riqueza hayamos acumulado en la vida, ni de los honores que hayamos logrado, pero se harán preguntas específicas en cuanto a nuestras relaciones en el hogar. Y estoy seguro de que únicamente aquellos que a lo largo de la vida hayan tenido amor, respeto y aprecio por su compañera e hijos recibirán de nuestro juez eterno las palabras: “Bien, buen siervo y fiel… entra en el gozo de tu señor” (Mateo 25:21).”

 

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