La feliz algarabía de más de cien niños jugando y riendo juntos testifica que su hogar comunitario en Apia, Samoa, tiene el nombre acertado: se llama “La casa de la esperanza”. Todos estos niños son sobrevivientes de situaciones de violencia y abuso. Se les apartó de circunstancias peligrosas y se los llevó a ese lugar.
Lina Chang es la fuerza impulsora de este refugio. Hace dieciocho años, se ofreció para brindar socorro a los niños que necesitaban refugio. Comenzó a ayudar a un niño a la vez hasta que La casa de la esperanza, el único refugio en Samoa para mujeres y niños abusados o maltratados, ahora se ha convertido en una comunidad que puede alojar y satisfacer las necesidades de más de cien niños. También hay una casa en el lugar para las mujeres que huyen de la violencia doméstica.
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días complementa los costos operativos mensuales de La casa de la esperanza.
“Con frecuencia, la Iglesia nos trae alimentos adicionales y cubre algunas de nuestras necesidades inmediatas. Incluso vinieron y nos ayudaron a comenzar un huerto de verduras para asegurarnos de que nuestros niños tuvieran alimentos saludables para comer”, dijo Chang. “Desde el principio, la Iglesia de Jesucristo ha creído en ayudar a los niños”.
Además, la Iglesia recientemente donó una furgoneta para ayudar a llevar a los niños a citas médicas y a comparecer ante la corte.
Pacific Assist Charities ha donado hace poco un nuevo patio de juegos. La Iglesia de Jesucristo pagó los costos de su envío desde Nueva Zelanda.
La casa de la esperanza inició humildemente en una casa deteriorada que solo tenía un baño. Ahora es un campus con una escuela y diferentes casas y dormitorios para albergar a los niños que necesitan protección y refugio. La mayor parte del crecimiento ha sido financiado por una infinidad de donantes.
Se aparta a los niños de situaciones abusivas mediante una orden judicial y se los aloja en La casa de la esperanza. Conforme han llegado cada vez más niños, Lina Chang ha tenido que encontrar maneras de adaptarse y expandirse para cuidar de estos niños víctimas de abuso, maltrato, incesto y negligencia.
Por ejemplo, cuando comenzó, no se le ocurrió que se convertiría en defensora de los niños ante los tribunales. Ella y otras personas de La casa de la esperanza son a menudo las únicas personas que se sientan junto a los niños mientras estos hacen frente valientemente a sus abusadores o maltratadores en los tribunales.
Ahora hay terapeutas que evalúan periódicamente a los niños, a quienes además se les enseñan habilidades comerciales. A medida que La casa de la esperanza ha crecido, Chang ha tenido que solucionar cosas tales como contratar a un cocinero, construir una cocina, contratar a un encargado, construir una guardería y dotarla de personal para cuidar de los bebés nacidos de víctimas de incesto, y mucho más.
La casa de la esperanza ha dispuesto una línea de ayuda para que los niños en riesgo puedan llamar y pedir ayuda. “Recibimos unas diez llamadas a la semana de niños en situaciones de crisis”, señaló Chang.
“A veces, es una labor solitaria”, admite Chang. “[Pero] amo a estos niños. Dios me cuida y se asegura de que Sus hijos estén bien”.